GRETEL LEDO en CNN en Español. Analiza el llamado al Diálogo de la Presidenta

sábado, 30 de mayo de 2009

El Imperio de la ley



Por Eduardo Juan Salleras (*)








HE LLEGADO A LA CIMA DEL MUNDO


Sí, sin lugar a dudas estuve los últimos 15 días en lo más alto del planeta.
Invitado a un evento familiar, con mi mujer y mis hijas, partí hacia arriba del mapa, y desembarqué en Washington, EE. UU., para alojarme en Bethesda, bajo un techo de la parentela.
Desde ya, y aprovechando la oportunidad, además del suceso domestico, me dediqué a conocer lo que suponía, o esperaba, pero que igualmente me sorprendió de sobremanera.
Su capital es una ciudad imperial, la que fue diseñada hace más de 200 años y a la que sin embargo hoy,
le caben todavía cosas en su estructura urbana, sin miedo alguno a saturarla.
Es fantástica.
Pero lo que más me impactó es la forma de ser norteamericanos, y entonces uno puede decir: con razón es el primer país del mundo.
La fórmula es muy sencilla: cada cosa en su lugar.
Y la población está atenta a ese ordenamiento, al punto del celo.
En sus calles se respira libertad, toda la que pueda imaginarse un ciudadano.
El único límite es la ley, y ese contorno no se negocia de ninguna manera, no porque las autoridades sean muy estrictas, sino porque su pueblo así lo exige. Y no es una barrera asfixiante sino una frontera lo suficientemente distante para disfrutar del libre albedrío.
Esa autonomía exige sí conducta ciudadana, entonces el norteamericano está orgulloso de su país y así lo expresa continuamente en su comportamiento.

Es amable y respetuoso.
En New York, la capital del mundo, ciudad que visité durante tres días solamente por cuestión presupuestaria, uno puede ver todas las nacionalidades y razas que conviven armónicamente. Chinos, japoneses, hindúes, sudamericanos, centroamericanos, mejicanos, negros, blancos, etc. caminan por sus calles. Cada uno con su vida, cada uno con su cultura, con su credo; también alguna pareja mixta. Independientes, que gozan de espacio propio sin que nadie le pase factura de su condición.
Van y vienen, caminando sus veredas, a ritmo parejo. Nadie corre.
En horario de ingreso o egreso del trabajo, a la salida del subte, como saliendo de un hormiguero, miles arrancan a sus trabajos, silenciosos, a paso firme, y a pesar de sus veredas anchas, cuesta ir en sentido contrario de la masa.
Si bien es una ciudad más populosa que Buenos Aires - más del doble de habitantes y centro financiero mundial – no se nota en sus calles el frenesí porteño, ni su locura de tránsito, ni la agresividad urbana de nuestra Capital Federal. No es impecable como Washington pero es bastante más limpia que nuestra gran metrópoli.

Todo lo hace su gente, que curiosamente no es completamente norteamericana, casi el 40% ya es de origen extranjero, pero dentro del marco institucional y legal que propone y exige Estado Unidos, funcionan como un relojito.
En las ciudades o localidades que visité, noté una gran cantidad de templos espléndidos, porque son muy religiosos, es un pueblo con fe. Pero de distintos credos: luteranos, metodistas, adventistas, anglicanos, católicos, judíos, musulmanes, budistas, etc. Los fines de semana, ya les toque sábado o domingo, desfilan impecables a sus iglesias, los distintos cultos; se cruzan, se saludan, los vecinos, cada uno a su santuario. Conviven de manera equilibrada y grata.
El colmo lo viví, en la Catedral Nacional de Washington. Majestuosa, de algo más de un siglo de vida. La gótica basílica de origen cristiano, hoy es de uso universal. Es así, y mientras agradecía yo al cielo, haberme permitido estar allí, disfrutar de ese viaje con toda mi familia, a mi lado, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, los brazos en jarra por encima de la cabeza y las palmas de sus manos unidas apuntando hacia el cielo, un anciano hinduista (creo), rezaba a su Dios, que seguramente es el mío, aunque por todos lados haya cruces y figuras de Cristo. Solamente nos separa la cultura.
¿Cómo se logra esto? Con el respeto absoluto a las instituciones.

En la fiesta de graduación de la Escuela de la Marina en Annápoli, donde también estuve, el Presidente Barack Obama dijo en su discurso a los egresados (en los que estaba un hijo de Mc Cain su contrincante electoral), más o menos lo siguiente: Debemos recuperar los principios constitucionales que hicieron de los Estados Unidos el país que es. Solamente respetando esos valores institucionales volveremos a la senda que nos hizo grandes. (En cierta manera un palo a la Marina, tal vez por lo de Guantánamo).
De reojo miraba a mi Argentina, como el sistema político destrozaba cualquier cosa con sustento institucional (candidaturas testimoniales, eventuales, cambios, idas y vueltas), en lo único que nos queda del sistema democrático: el voto. Porque de lo demás hace rato que nos lo quitaron; los tres poderes se reparten la herejía, de permitir confundir al electorado, para terminar de una vez por todas, con lo que subsista de integridad cívica.
Deben salir los constitucionalistas en conjunto, y de acuerdo, a decirles a los jueces electorales y a la corte, “esto está definitivamente mal, Scioli y Massa no puede ser candidatos porque los artículos 73 y 105 de la Constitución Nacional lo prohíben”.
Pero mientras tanto, utilizando los recursos del Estado, el oficialismo sigue su campaña electoral, entre electrodomésticos y promesas de obra pública, extorsionando y amenazando al electorado con los tiempos pretéritos, importándoles un bledo que las leyes se violen.

Tal vez sea el momento que hombres, que en su esencia pueden ser valiosos, abandonen honorablemente este mareo de lujuria populista, y dando un paso al costado con sabiduría y respeto a las leyes republicanas, digan basta a tanta prostitución de los poderes de la Nación.
Después criticamos con envidia y resentimiento a aquellos que supieron hacer las cosas bien alcanzando la cima.
Nunca fui pro Yanqui. Diría más, no los conocía demasiado como para ser pro o contra.
Tampoco creo que me haga ahora miembro del culto norteamericano, pero sí aprendí mucho de su pueblo, porque es su sociedad, el artífice real de su éxito.
El común de la gente no permitiría jamás exabruptos a su dirigencia como los que aquí, y en otras partes de nuestra romántica Hispanoamérica, ocurren. Dejemos de lado la política exterior y el complejo imperialista que, ni ellos ni nosotros, estamos en condiciones de comprender. Se habla mucho y se sabe poco.
Pero, ¿UDS se imaginan que un presidente en la Argentina deba abandonar su cargo porque se demuestre no haber jugado limpio en una campaña electoral, como ocurrió con Nixon (el caso Watergate) en EE. UU?
Si no recuperamos los principios constitucionales de 1853, que no recuerdo haberlos visto en plena vigencia; si no volvemos a los valores institucionales que alguna vez debimos tener; si nos somos capaces de sentirnos libres dentro de la ley, y exigir su cumplimiento; seguiremos mirando desde abajo y con resentimiento a aquellos que lograron el éxito haciendo todo al revés que nosotros.

30 de Mayo de 2009





(*) Licenciado en Administración Agraria, ex docente y Director de la Escuela Agrotécnica de Aarón Castellanos, ex presidente de la Comuna de Aarón Castellanos

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DIRIGIR SIRVIENDO

Simplemente porque cada una tiene un don, un talento, un actor dentro de sí que es preciso “despertarlo” del encanto de un sueño que a veces es la propia vida.

Eso no tiene valor. Si cada uno comprende que para poder dirigir, hay que primeramente poder servir, la dirigencia política de nuestro país sería otra.

En este camino estamos y dichosos quienes lo transitamos hoy, y no lo dejamos para otros...


Comentario desde Lima, Perú

Es cada vez menos frecuente -y diría extraño- encontrar en nuestros tiempos organizaciones lideradas por jóvenes que tengan como premisa fundamental y abierta practicar los principios morales y éticos al incidir en la política y transformar la realidad. Y que esto se refleje en los artículos es menos frecuente aún.

Acciones como esa necesita más la Argentina, en particular, y América Latina en general.

Mis mejores deseos para que esta iniciativa vea fructificar sus nobles esfuerzos.

Con aprecio,

Lic. Beltrán Gómez Híjar

Lima, Perú

Comentario desde Barcelona, España

Agradezco mucho vuestra invitación. ¿De dónde es el grupo? ´¿Cuáles son exactamente sus objetivos? Realmente hace falta a la sociedad actual, enseñarle lo que verdaderamente es ética, moral, cordura y sentido común.
Estoy muy interesado en vuestro proyecto. Yo soy político también, y rector de la Comunidad Ecúménica de San Jorge en Sant Boi de Llobregat, Barcelona. España. Mi nombre es Jordi d'Alemany.
Recibid todo mi apoyo y contad conmigo para lo que haga falta.
Jordi
5-09-08

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Rta. desde NGM:

Bendiciones. Ha sido grata su conexión. La historia nos muestra que siempre fue necesario adiestrarnos moralmente para realizar algo nuevo. Hemos elegido este tiempo de la historia para determinar que sin moral no hay Nación.
A pesar de ser un concepto genérico y por ocasiones abstracto, nace en la necesidad de hacer saber al hombre que sin ética nunca jamás podrá construir nada.